NO ES SÓLO UNA HOGUERA; DE APELLIDO MONUMENTAL
Érika Montañés
“Algo se muere en el alma, cuando a una hoguera no vas”. Con esta frase tan rumbera titularía yo el artículo que definiera los sentimientos de tantos castelserinos ausentes el día 19 de enero en la Plaza de España.
Cuántos de nosotros, a cientos, incluso miles de kilómetros, encenderemos una vela, aunque sea una anodina cerilla, y no nos trasladamos a “El Rollé”. Bailamos con la mente y damos palmas al compás del tambor del tiío Antonio. Cuántos de nosotros...
Y es que no es tan solo una hoguera grande (como dicen los inquilinos de los pueblos que rodean, sin llegar a comprender) es sólo una hoguera, de apellido Monumental, que nos envuelve a todos en la aureola del sentimiento. Y créanme que, al menos una vez al año, en esta sociedad apremiante de números uno, rumiante de violencia (que la masca, la masca y nunca la traga) y enganchada al consumo como si fuese una drogadicta, hace falta esta unión común.
Porque, quien más y quien menos, al ver arder esa ingente cantidad de leña y pino, se libera de los corrosivos pensamientos, de los “malos rollos” (como decimos los jóvenes), y augura que el año que recién ha comenzado será mejor. Actúa en calidad de confesionario luminoso al que prometemos esforzarnos por ser un poquito mejores cada día aunque, por supuesto, al año siguiente estaremos allí de nuevo, venerando al patrón.
La magia de los “rodatines” (la magia del lenguaje también está en poder crear palabras al uso, ¿no creen?), el sonido de corneta y tambor, sentimientos elevándose al compás del viento y las llamas, damas y reina preciosas en los balcones, asomándose paulatinamente como para que la gente compruebe que están cumpliendo, que están representando esas fiestas pese al frío, la lluvia (que tanto os acompañó a algunas)y al calor.
Un calor que todo buen castelserino desea tener ese día, el 19; porque no, señores no, no es tan solo una hoguera, de apellido monumental.