LA MELODÍA DEL CALOR
Érika Montañés (Obtenido del Programa de las Fiestas 2003)
La caricia de la nostalgia me abraza una vez más dibujando mi pueblo, sus gentes y su hoguera. Dejo que me embriague sin reticencia alguna cuan cariño adolescente y brota entonces una dulce melodía que llega a mis oídos y que recrea la noche de San Sebastián paso a paso, nota a nota.
En el periplo  de este singular pentagrama musical se antepone primero en mi mente la nota de color que interpretan los trajes regionales de las bellas Damas de Fiestas conjuntamente con el anaranjado que empieza a adueñarse de los rostros de los vecinos y visitantes al contemplar la Monumental, las casas, coches y cielos se tiñen del mismo cálido color para estampar la postal más característica del invierno castelserano.
Inmediatamente se abalanza en mis adentros la nota de humor, el de unas gentes crecidas anímicamente el día de su patrón con solemne aspiración de compartir en esta jornada su devoción con los amantes de idéntica tierra, la suya.
Me recorre de forma inminente la nota de la armonía, magistralmente tocada por dulzaina y tambor acompasada con las voces corales procedentes de las madrugadoras gargantas de los Rosarieros. Revelo en este instante mi admiración por como estos hombres, con su empeño, sus ganas y su ímpetu conmueven, al despuntar el alba, a todos los castelseranos ávidos de emociones y que, eso sí, adulan y emulan a sus convecinos desde el calor que les procuran las mantas.
Visceralmente arremeten unas notas con otras intentando abrirse paso en la senda que conduce a la tinta de mi pluma.
Sin embargo, no puedo por menos de guardarme unas cuantas para experimentarlas el próximo 19 de enero. Ni que decir tiene que ya estoy rogando para escuchar nítida y nuevamente la melodía del calor de San Sebastián.